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Este blog es un blog sobre videojuegos, pero no un blog que intente ir de "pro" ni en el que quiera ir de "listillo" sino simplemente un blog en el que hablo sobre los juegos que, por una u otra razón, hayan quedado en mi recuerdo, aquellos que definieron mis gustos en este hobby y aquellos que pudieron haberme marcado. Aquí no hay guías, puntuaciones ni trucos, solo puro amor por los videojuegos y algún que otro recuerdo medio enterrado en la memoria, tampoco hay roms ni enlaces de descarga, para eso ya hay otras página.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Road Rash II






    Habrá mucha gente que conozca EA por su interminable serie FIFA o por la casi igualmente prolífica saga Need For Speed, pero  EA ya era grande antes de que esas dos sagas se convirtieran en dos de las sagas más rentables de la industria de los videojuegos, antes de los pulidos deportivos poligonales y de los futbolistas hiper realistas, EA ya nos divertía con juegos impagables y de una adicción impensable para una consola de 16 bits. Este es, con toda probabilidad, el primer juego de EA al que jugué, o al menos el primero de la serie, ya que este es al segundo de la saga. Si os gusta la velocidad, las carreras ilegales y las motos grandes, no os hace falta una consola de nueva generación para pasároslo en grande, solo necesitáis una Sega Mega Drive y un cartucho de Road Rash II.




¡Venga Manolo, no me decepciones!




    Cuando me compré la Sega Mega Drive, esta venía con un pack de juegos mítico y que los más mayores conocerán, al menos en España, no se que ofertas habría en otros países. El pack consistía en el inevitable Sonic, el Streets os Rage (qué recuerdos), el Golden Axe (una de las razones por las que al final me decanté por la consola de Sega), y el Revenge of Shinobi, el que a la postre fue mi juego favorito del pack. Buenos juegos sí, pero a medida que mi destreza a los mandos fue aumentando y me los iba acabando, creció en mí la necesidad de nuevos desafíos, probar otros juegos. 
    Cerca de mi casa había un videoclub en el que alquilaban videojuegos, el mismo en el que alquilé el «Light Crusader», y un día, alquilé el Road Rash, un juego de motos bastante bestial y que me enganchó durante todo el fin de semana que lo tuve alquilado. Me gustó bastante, lo suficiente como para ahorrar unas perrillas y poder comprarlo en la tienda más cercana... aunque para mi disgusto, al menos en un principio, me tuve que conformar con su segunda parte.
    Yo aún era bastante nuevo en esto de los videojuegos «privados» y pensaba a pies juntillas ese viejo adagio que dice que segundas partes nunca son buenas... no sabía lo equivocado que estaba.




Los viejos rockeros nunca mueren, excepto cuando les llega su hora.


 
    Road Rash II tenía mejores gráficos que su predecesor, pero tampoco es que hubiera tanta diferencia, de hecho hubo más diferencia entre el II y el III pero esa es otra historia.

     Yo ya conocía el sistema de juego y este no había cambiado, un concepto sencillo donde los haya. Debías correr una serie de carreras llegando entre los puestos clasificatorios para ir subiendo de nivel. Dependiendo del lugar en el que llegaras recibías cierta cantidad de dinero, cantidad que iba aumentando a medida que pasábamos de nivel. Con el dinero ganado podíamos comprar motos, que se dividían en varias cilindradas, las más caras poseían varias cargas de óxido nitroso, o sea, el famoso nitro. Una vez clasificados en cierto número de circuitos pasábamos de nivel, donde las carreras eran más largas y nuestros rivales más rápidos y agresivos. Podíamos repetir cualquier carrera que quisiéramos, aunque fuese una en la que nos hubiésemos clasificado, cosa bastante útil para conseguir dinero. Nos clasificábamos en tres circuitos y en vez de ir a por el cuarto podíamos correr en los otros para luego pasar al nivel siguiente con una moto mucho mejor que si nos limitásemos a clasificarnos sin más.
    Carreras de motos, ya de por si suena interesante pero... ¿dije que se trataban de carreras ilegales?. Las carreras de RRII no discurrían por circuitos acotados sino por vías y caminos «públicos», aunque siempre en entornos «naturales» y «reales», como el «famoso» Vermont o el desierto de Arizona. Al discurrir por carreteras abiertas tendremos que tener cuidado con el tráfico y aunque este en realidad nunca es demasiado denso si que llega a ser peligroso por la velocidad que puede llegar a alcanzar nuestra moto y la falta de visibilidad en algunos tramos. También deberemos tener cuidado con la fauna de los diferente escenarios, tanto vacas como ciervos nos podían hacer volar por los aires si no teníamos cuidado.

    La policía se merece su propio párrafo.

    Nos podíamos encontrar a la policía de dos formas, con su coche puesto en uno de los laterales del camino, lo cual solo era peligroso si no estábamos atentos, o en moto, lo que sí era realmente peligroso.
    Una cosa que nunca comprendí de este juego es que habiendo más de veinte personas corriendo de manera ilegal, el maldito policía solo iba por nosotros... que risas cuando jugué por primera vez al Vice City. Una vez resignado a la «crueldad» de la IA de la policía, tuve que reconocer que no había sentido en que la «poli» se peleara con los otros corredores, aunque eso habría supuesto aún más diversión.
    La policía no se limitaba a perseguirte como un idiota, te empujaba y embestía intentando hacerte caer al suelo e incluso te atacaba con su porra, porra que podías arrebatarle y utilizarla contra tus contrincantes. Si conseguían hacerte caer y te alcanzaban antes de que llegases a montarte en tu moto terminabas la carrera y perdías cierta cantidad de dinero. Como curiosidad había policías con distintos nombres... nombres sí, aquí todo el mundo tiene nombre.



Esta es la pantalla más odiada/amada, si te equivocabas al apuntar el password fastidias la partida.



    Una de las mejores cosas que tenía este juego eran los piques con los otros corredores, vale que solo se tratase de la máquina pero al tener cada corredor su propio nombre podías recordar quién fue el que te tiró al suelo nada más empezar la carrera para luego ir en su busca para vengarte. También te servía para saber quién era el que poseía la ansiada cadena, la mejor arma del juego.
    Sí, cadenas. Al tratarse de carreras ilegales todo estaba permitido, puñetazos, patadas y cadenazos en la cara estaban a la orden del día y aunque nuestro personaje empezase desarmado podíamos arrebatarle la porra a un policía, o a otro corredor, pero mejor que la porra era la cadena, ya que de un solo golpe podíamos tirar a alguien de su moto. La cantidad de golpes no era demasiada, un puñetazo una patada normal y otra cargada, de más potencia, pero nos daba igual porque aunque el combate era parte importante del juego era más importante llegar el primero, y para ello lo mejor era inmiscuirnos en los menos combates posibles... y además sería bastante difícil pilotar a 200 por hora y hacer combos tipo Tekken. Y además, con un simple empujón de tu moto podías embestir a tu rival contra alguno de los muchos obstáculos de los que encontraremos por el camino y hacerle volar por los aires. Pero no solo debíamos tener cuidado con la policía, los otros corredores, la fauna y los turistas domingueros. Muy distintos y variados obstáculos nos dificultarán la victoria, grava, manchas de aceite, rocas... como si la carrera no tuviese dificultad de por si el asfalto de los diversos tramos estaban en peor estado que una carretera española de cuarta.



La moto preferida de los ninjas.
     


    Lo mejor de todo esto es que aunque en un principio pueda parecer una crítica negativa en realidad es todo lo contrario, no puedo imaginar este juego sin alguno de estos detalles que he comentado. Era genial empujar a un policía contra un coche mientras esquivas a un ciervo para tropezar veinte metros más adelante con una roca que te hace saltar doscientos metros, adelantando así a tres corredores para luego chocar con una vaca recostada en el suelo, genial.
    El juego era divertido hasta lo insano, aunque a niveles avanzados la dificultad podía llegar a ser desesperante, quizá no por la policía ni por los contrincantes sino por la extensión de la carrera y la resistencia de nuestra moto.
    Nuestra moto, al igual que cada corredor tenía una barra de vida que iba bajando con cada caída y cada choque, y al contrario que la de los corredores, esa barra de energía no se recargaba con el tiempo, y si nos caíamos de la moto sin energía esta explotaba, acabando así la carrera y debiendo pagar la reparación.
    Entre carrera y carrera se nos mostraba una divertida animación que dependería de lo que hubiésemos hecho en la carrera, mi favorita era una en la que nos caemos de la moto y cuando llega la ambulancia en vez de cogernos a nosotros se llevan la moto.
    ¿Carreras sin polígonos pueden ser divertidas?, pensaran los fans de, NFSU, o los de Gran Turismo o juegos similares, y la respuesta es POOOOOR SUPUESTISISISISIMO QUE SI. Pensad que en aquella época solo se hablaba de polígonos en clase de geometría, y aunque los sprites no podían competir con los polígonos ni en realismo ni en sensación de velocidad, hubo juegos que consiguieron tener un efecto aceptable, RRII fue uno de ellos, ver como corría el escenario hacia ti te daba una sensación de velocidad enorme y la cantidad de acción que podía haber a nuestro alrededor nos obligaba, en ocasiones, a pasar minutos enteros sin pestañear. Un pestañeo podía significar no ver a la vaca recostada detrás de la curva que vemos a lo lejos, las luchas con varios corredores a la vez nos ponía el corazón en la garganta, y escuchar la sirena de la policía hacia que nuestros peores instintos despertaran, casi nos entraba ganas de bajarnos de la moto y meterle un cadenazo al «poli» por ir tras nosotros después de haber dejado pasar a otros quince corredores antes de nosotros.
    Y es que la acción era en algunos momentos digna de una «peli» de «jolibud», tanto por delante de nosotros como por detrás. Gracias a los retrovisores de nuestra moto podíamos ver a alguno de nuestros perseguidores rodar por el asfalto y ser atropellado por otro, eso mientras nosotros nos peleamos con algún policía mientras que a unos pocos metros delante de nosotros alguno de los de la cabeza volaban tras chocar con un coche mal aparcado regalándonos un par de posiciones... puede sonar exagerado pero ser testigo de cosas así solo era cuestión de tiempo y de cierta habilidad, la justa para no ser nosotros los que chocásemos contra el coche y la suficiente para deshacernos del policía... acción, velocidad, saltos de centenares de metros, no sentí nada igual hasta que jugué al Midnight Club 3 en PS2.



Si no tienes cuidado puedes teñir de rojo ese coche con tus dientes.



    El juego era todo lo divertido que un cartucho de unos pocos decenas de megas podía ser, tenía gráficos aceptables y una jugabilidad grandiosa, pero como la vida es dura y las galletas se ponen blandas RRII no era perfecto. Los gráficos de los corredores eran los mismos para todos, excepto el «prota» claro, el color de los contrincantes cambiaba en cada nivel, pero el cambio afectaba a todos. Aunque se supone que había mujeres en carrera te daba igual ya que no se notaba en los gráficos, todos vestían el mismo mono y el mismo casco, al menos el gráfico del protagonista variaba según la moto que tuviésemos. Otra cosa mala era la música, creo recordar que la del primer RR era mejor, aunque tampoco podría jurarlo. Las melodías de RR2 van desde «meramente aceptable» hasta «ojalá no tuviera oídos para no tener que escuchar esta mierda», algunas melodías eran tan «rallantes» que en ocasiones llegué a culpar a la música de no poder ganar una carrera, lo juro. Es cierto que el sonido de la Mega Drive no era tan bueno como la Snes (por poner un ejemplo), pero es que el apartado sonoro del RRII era de lejos lo peor del juego, solo se salvaba el grito de nuestro personaje al salir volando, sonido que debió ser digitalizado porque era muy realista. De la música no quiero seguir hablando, solo decir que un mosquito zumbando en nuestros oídos es menos molesto. Otra cosa que se le podía achacar era el no poseer una pila interna para guardar partida. Para poder continuar un juego desde donde lo dejamos el día anterior teníamos que apuntar una serié de códigos que aunque no era muy complicado si que era una molestia tener que estar jugando con un bolígrafo y un trocito de papel a nuestro lado, papel que si perdíamos redundaría en perder también nuestros avances... por mi cabeza jamás pasó la idea de guardar el papelito en la caja del juego.
    Sea como sea, y para ir terminando ya, las cosas buenas superaban a las malas y la opción de dos jugadores simultáneos multiplicaba la diversión. Correr haciendo el loco nos gusta a todos, o casi, lo dicho, velocidad, choques, caídas, derrapes... al que no le guste este juego no le gusta la auténtica diversión.







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